El mineral de caracoles es uno de los sitios históricos más importantes de la región de Antofagasta

Su importancia radica en su pujante fuerza para articular el territorio costero del desierto de Atacama.

Alejada de la costa, este yacimiento argentífero se ubica en las estériles serranías al sur de la zona precordillerana de la actual provincia de Antofagasta, sobre 3.100 metros sobre el nivel del mar. Su descubrimiento se le atribuye al empresario chileno José Díaz Gana, quién en 1870 emprendió una expedición para su cateo y mensura.

Si bien su explotación fue bastante corta, su aparición le entregó un rol fundamental en el poblamiento de la región en los periodos iniciales de ocupación de los asentamientos que actualmente son las principales ciudades del territorio. Su explotación mantuvo una serie de redes viales que lo conectaron con diferentes puntos de la costa, tanto en mejillones como Antofagasta, como también con el rio loa; en un punto denominado “Chacance”, sitio fluvial en el que también se instaló una planta de beneficio para su elaboración minera, previo a la guerra del pacífico.

Actualmente solo quedan las ruinas de un intenso poblamiento que dejó grandes huellas en el árido desierto, siendo el testimonio de millares de personas que buscaron riqueza en este yermo suelo y cimentaron las bases de la sociedad nortina.

A pesar de su gran valor histórico, su asentamiento no está reconocido como un monumento, debido al carácter ruinoso de sus restos materiales. Al igual que durante su explotación, su principal barrera es la accesibilidad, la que torna dificultosa su visita. A futuro, es un gran desafío para las organizaciones culturales configurar a este espacio patrimonial como un lugar  expedito y abierto para la visita de la comunidad, la que desea conocer su relevancia patrimonial para la región y que solo identifica relatos míticos sobre su pasado.