Las sendas de periodos arcaicos, se transformaron en extensas rutas constituidas en un complejo red de caminos

Contrastando con la imagen de desolación y hostilidad implantado, durante siglos, para definir al despoblado de Atacama, podemos decir que este desierto posee diversas evidencias del habitar y el tránsito de diferentes grupos humanos que se desplegaron a lo largo del tiempo, en diferentes escenarios y construyendo complejos sistemas de postas, a fin de generar estrategias de movilidad en un ambiente hiper árido.

Las sendas de periodos arcaicos, se transformaron en extensas rutas constituidas en un complejo red de caminos, que, durante la colonia, se rearticularon y siguieron uniendo el desierto con otros pisos ecológicos. A un lado de estos caminos yacen hermosos geoglifos, verdaderos códigos del desierto, y que son el testimonio de las relaciones territoriales de las comunidades andinas y costeras, además de difundir las deidades y creencias que nuestros pueblos originarios forjaron para construir su cosmovisión.

En la provincia de Tocopilla encontramos diferentes sendas que poseen grandes figuras plasmadas con técnicas sofisticadas, que los hacen perdurar durante siglos. Ha sido la actividad humana, con el uso de automóviles, quienes han afectado a estas grandes obras de artes grabadas en las faldas de los cerros del desierto más árido del mundo.

En el poblado de Quillagua disponemos de los geoglifos de la cañada y los petroglifos de Calartoco; otra técnica utilizada para plasmar figuras en las rocas. En los faldeos del rio loa también encontramos otras figuras dispersas, que se suman a esta extensa ruta que atraviesa el árido suelo. Si bien no son reconocidos como monumentos nacionales, el circuito conocido como Chug Chug, es el más monumental de todos los encontrados en las quebradas y serranías del desierto. Compuesto de quinientas figuras, actualmente se encuentra bajo el resguardo de una fundación que protege su integridad física y divulga su importancia por medio de la investigación científica, logrando no solo cuidar sus laderas, sino también los vestigios de su movilidad en tiempos prehispánicos, cuidando una aguada y su biodiversidad, con el fin de generar una política responsable de administración del patrimonio natural y cultural, visibilizándola en el circuito turísticos regional. Una tarea que avanza raudamente, pero requiere aún más el apoyo de organizaciones y de la propia ciudadanía.